sábado, 7 de enero de 2012

Meditación - ESTRELLAS DE MARÍA... Conectando con GEMA GALGANI



Gemma Galgani, nace en Camigliano, Italia, en el pueblo de Borgonovo de Capannori, el 12 de marzo 1878.

Cuando iban a darle su nombre, un tío de ella propuso que la llamasen "Gemma", pero su mamá no estaba conforme.

No había ninguna Santa que se llamara así y su hija no tendría protectora en el cielo.

Sin embargo, Don Olivio Dinelli, el Párroco de Gragnano, que estaba presente en la discusión, dijo unas palabras que resultaron proféticas: "Muchas gemas hay en el cielo, esperemos que también ella sea un día otra gemma del Paraíso".

Al día siguiente, 13 de Marzo, la bautizó Don Pedro Quilici, Párroco de San Miguel de Camigliano, con los nombres de: Gemma Hipólita Pía.

Santa Gemma vivió sólo un mes en Camigliano, ya que sus padres decidieron trasladarse a Lucca, donde vivió el resto de su vida.

Desde muy niña Gemma mostró signos de santidad.

Cuando tenía cuatro años, estaba de visita en la casa de su abuelita, cuando un día, ésta al entrar en su cuarto la encontró de rodillas frente a una imagen de la Virgen.

La abuela corrió a llamar al tío, quien la contempló por largos minutos; luego le dijo: "Gemmita! ¿Qué estás haciendo?".
La niña, sin inmutarse contestó: "Estoy rezando el Ave María.
Salid que estoy en oración".

Desde esta tierna edad, la oración era ya para ella el sostén de su vida y de sus virtudes.

Doña Aurelia, su madre, sabiendo que su muerte estaba próxima, solía decir: "¿Qué cosa mejor puedo hacer antes de morir, que confiar mi niña al Espíritu Santo?.
Así, cuando yo falte, sabré quien cuidará de ella".

La preparó pues, para la Confirmación, que recibió a pesar de ser aún muy pequeña (tenia siete años), el 26 de Marzo de 1885, de manos del Arzobispo de Lucca, Monseñor Nicolás Ghilardi.
Durante la Misa se desarrolló entre el Espíritu Santo y Gemma este diálogo:

- De repente, una voz me dijo al corazón: "¿Quieres darme a tu mamá?".
- "Sí", respondí, "pero llévame también a mí".
- "Nó", me replicó la voz, "dame generosamente a tu mamá.
- Tú debes quedar por ahora con tu papá.
- Llevaré a tu mamá al cielo; ¿me la entregas de buena gana?".
- Tuve que decir que sí.
Acabada la Misa fui corriendo a casa.

¡Dios mío! Miraba a mamá y lloraba, no podía contenerme.
Don Enrique, temiendo que la niña no pudiera soportar la pena de ver a su mamá morir, la envió a casa de una tía en San Genaro.

Con la muerte de su mamá, todo cambió para Gemma:
"Estando en la casa de los tíos, dice, cambió totalmente mi vida.
Me encontré con una tía que no se parecía en nada mi mamá.
Era religiosa y buena, pero, ¿Cómo echaba de menos el tiempo en que mamá rezaba conmigo!".

Se puso entonces a buscar otra "mamá", y la encontró en la Madre de Dios: "Al perder a mi madre terrena me entregué a la Madre del cielo.

Postrada ante su imagen, le dije: "¿María!, ya no tengo madre en la tierra; se tú desde el cielo mi Madre".
Y como buena Madre que es, la Virgen Santísima acogió a Santa Gemma como hija.

"¿Oh, cuántas veces -dice la Santa- depositando en mi Mamá del cielo las angustias y penalidades de mi corazón afligido, Ella me consolaba!.
Sí, yo recuerdo que hallándome en las mayores angustias, huérfana de madre en la tierra, me tendió cariñosamente los brazos la Madre del cielo".
"¿Cuán buena se me ha mostrado siempre esta celestial Mamá! ¿Qué hubiera sido de mí si no la hubiera tenido?.

Me ha ayudado en mis necesidades espirituales, me ha preservado de los peligros, me ha librado del poder del demonio, que siempre viene a molestarme, y, finalmente, me ha enseñado a conocer y amar a Jesús, a ser buena y a agradarle.

¡Oh, queridísima Mamá, te amaré toda mi vida!".


Luego de que su padre, debido a su corta edad, diera el permiso para que Gemma hiciera la primera comunión, ella inmediatamente comenzó un retiro de 15 días con las demás niñas del colegio.

Dice Santa Gemma: "Apenas me vi en el convento rebosaba de felicidad. Corrí a la capilla a dar gracias a Jesús y le pedí con gran fervor la gracia de prepararme bien para la primera comunión".

Una de las religiosas Zitinas, Sor Camila Vagliensi, que había profundizado en las cualidades absolutamente excepcionales de Gemma, comenzó a explicarle sistemáticamente la Vida, Pasión y Muerte del Señor.

La niña se compenetraba de tal modo con el relato, que llegó a experimentar un dolor profundo.
En grado tal, que una tarde se le produjo una fiebre altísima.

La profesora, alarmada, interrumpió su relato de la Pasión.
Hizo confesión general tres veces sucesivas con Monseñor Volpi, quien sería su confesor ordinario.

Llegó, por fin, el día tan anhelado, 17 de Junio 1887, fiesta del Sagrado Corazón.

Las vivencias de Santa Gemma solo ella las puede explicar: "me siento incapaz de describir la experiencia de aquel encuentro.
En ese momento comprendí que las delicias del cielo no son como las de la tierra.
Hubiera anhelado no interrumpir nunca aquella unión con mi Dios.

Me sentía cada vez más desprendida del mundo y más dispuesta para la unión con el Señor.
Aquella misma mañana Jesús despertó en mí un gran deseo de ser religiosa".

A raíz de la primera comunión se afianza la vocación de Gemma.


El 11 de Noviembre de 1897 Gemma debe soportar la prueba del tercero, terrible e inexorable desprendimiento: su papá muere, de cáncer en la garganta.
Ello supuso la quiebra económica de la familia.
Hasta tal extremo que los acreedores, apenas muerto Don Enrique, se precipitaron como chacales sobre la casa Galgani para apoderarse hasta de los últimos despojos.

Gemma confidenciaría luego, temblando aún ante el recuerdo de aquella escena inhumana: "llegaron hasta meterme las manos en los bolsillos llevándose las cinco o seis monedas, apenas unos centavos, que yo guardaba conmigo".

Después del entierro de don Enrique, los hijos se comienzan a separar.


Gemma y Antonio se refugian en Camaiore con los tíos: Carolina Galgani y Domingo Lencioni.

En Camaiore transcurre un año en la vida de Gemma, y no le deja buen recuerdo: "La tía nos llevaba a misa todas las mañanas.
La comunión la hacía pocas veces porque no me arreglaba bien para confesarme con otro que no fuera el Monseñor (Volpi, de Lucca).

En este tiempo comencé de nuevo a olvidarme de Jesús, a descuidar la oración y a amar las diversiones".
"La tía tenía otra sobrina, Rosa Bartelloni.
Se hizo muy amiga mía y con ella iba en perfecto acuerdo en mis pillerías.
La tía nos dejaba salir solas a menudo.
Y bien me doy cuenta de que si Jesús no hubiera usado conmigo de tanta misericordia habría caído en pecados graves.
El amor del mundo comenzó a apoderarse poco a poco de mi corazón; pero Jesús vino otra vez en mi ayuda".

Gemma tiene 20 años, y en este momento Jesús permite una enfermedad grave para que Gemma retorne a Él con todo su corazón, y nunca más se distraiga con las cosas del mundo.


"De repente comencé a andar jorobada y a sentir dolores de riñón.
Resistí durante algún tiempo, pero como la cosa iba peor, pedí permiso a la tía para regresar a Lucca".

Así sucedió.

Por pudor quiso resistir un poco más sin avisar al médico, pero las tías lo mandaron a llamar, y de improviso se presentó y la examinó.
Su diagnóstico fue osteítis en las vértebras lumbares, con sucesivo absceso frío en los inguinales.
Se quedó paralítica de ambas piernas.

El 28 de enero de 1899 le sobreviene un dolor insoportable en la cabeza, fruto de una otitis media aguda con participación del mastoide.

Los médicos, viendo que los remedios no producían mejoría y que la enfermedad avanzaba, la desahuciaron; sólo por cumplimiento acuden de cuando en cuando a verla.

El 8 de Diciembre, fiesta de la Inmaculada, Santa Gemma reacciona con digusto: "le dije a Jesús que no rezaría más si no me curaba.

Y le pregunté qué pretendía teniéndome así.

El ángel de la guarda me respondió: -Si Jesús te aflige en el cuerpo es para purificarte cada vez más en el espíritu".

Su salud empeoraba, y le sugirieron que le pidiera a la Beata Margarita María por el milagro de su sanación.
Ella inició la novena al Sagrado Corazón varias veces, pero su debilidad no le permitía continuarla.

El día 23 de febrero de 1899 recomienza en serio la novena, y en la noche del día 1 al 2 de Marzo ocurre esto:

Faltando algunos minutos para la medianoche, Gemma escuchó el rozar de las cuentas de un Rosario y sintió una mano que se le posó en la frente, la voz que escuchaba rezar le preguntó: -"¿Quieres curarte?".

-"Todo me da igual", le respondí.
-"Te curarás. Ruega con fervor al Sagrado Corazón"
-"¿Y a la Beata Margarita?", pregunté.
-"Añade en su honor tres veces el 'Gloria'".
(La Beata Margarita es hoy Santa Margarita María)

"En el penúltimo día de la Novena quería recibir la Comunión, ya que terminaba en Primer Viernes del mes de marzo.
Comulgué muy temprano.
¡Qué momentos tan deliciosos pasé con Jesús!

Él me repetía: ¿Quieres curarte?.
No pude contestar por la emoción.
¡Pobre Jesús! La gracia había sido concedida.
¡Estaba curada!".

Al amanecer del 2 de marzo se levantó con sus propios pies y toda la familia al verla lloraba de alegría ante aquel milagro de Dios.

Este milagro es la antesala de otras grandes gracias que Santa Gemma recibiría durante su vida.
Su amor por Cristo crucificado y su anhelo de ser sólo para Jesús la llevarían cada vez más a ofrecerse al Señor como víctima de amor.
El Señor iba preparando a Santa Gemma a través del crisol del sufrimiento, para derramar en ella gracias y "joyas", que nunca ella imaginó pudiese Él concederle.

¿Qué lejos estaba de pensar que ese Cristo crucificado a quien tanto amaba, muy pronto la iba a convertir en un retrato vivo de sí mismo!.

"Víctima" El 8 de junio 1899, víspera de la Fiesta del Sagrado Corazón, después de haber sido rechazada en varias comunidades religiosas a causa de su frágil salud, Jesús la eleva en este día a la categoría de "Víctima".

Dice Santa Gemma: "Después de la Comunión, Jesús me avisó que por la tarde me haría una gracia grandísima.
Se lo dije al Monseñor Volpi, y éste me dijo que estuviese atenta y que se lo contara luego".

"Llegó la tarde.

De repente me asaltó un fuerte dolor de mis pecados.
Después me sentí recogida.
Al recogimiento sucedió la pérdida de los sentidos y me hallé en presencia de mi Madre Celestial y del ángel de la guarda, que me mandó hacer un acto de contrición.
Después mi Madre me dijo: 'Hijita, en nombre de Jesús te sean perdonados tus pecados.
Mi Hijo te ama mucho y quiere hacerte una gracia muy grande.
Sabrás hacerte digna de ella.
Yo seré tu Madre.
Sabrás mostrarte verdadera hija'.
Me cubrió con su manto, y en ese instante apareció Jesús".

"De sus llagas no salía sangre sino llamas de fuego, que vinieron a cerbarse en mis manos, pies y costado.
Creía morir y habría caído al suelo si mi Madre no me hubiera sostenido.
Permanecí así varias horas.
Después mi Madre me besó en la frente, desapareció y me hallé de rodillas.
Seguía sintiendo un dolor fuerte en las manos, pies y costado.
Me levanté para acostarme, pero noté que de estas partes manaba sangre".

Santa Gemma, la víctima de Jesús, comienza a "suplir en su carne lo que le falta a la Pasión de Cristo".

Este fenómeno se repetirá en las tardes del jueves al viernes, todas las semanas.

Santa Gemma sufrió el desprecio, rechazo y la burla de muchos, aún cuando caminaba por las calles de Lucca.
La tenían por una farsante y una histérica.
Le gritaban insultos y burlas por las calles.
Ésto tan sólo por su radical entrega a Jesús y su piedad.

En realidad no manifestaba nada de histeria.
Así comienza para Santa Gemma una vida de incomprensión verdaderamente conforme a la vida de nuestro Señor, que también padeció todo ésto por nosotros.
Éste es el consuelo y aliciente de Santa Gemma, que cada vez se parece más a Jesús, y en toda ocasión en la que es humillada le da gracias al Señor que le permite compartir sus sufrimientos.

Su propio confesor, Monseñor Volpi, duda de la veracidad de las estigmas y piensa que es obra de la histeria.
Ésto hiere mucho el corazón de Santa Gemma, pero todo lo aguanta por amor a Aquel que lo sufrió todo por nosotros los pecadores.


En el mes de junio de 1899, Santa Gemma conoce a los pasionistas en una misión que predicaban en Lucca.
Se confiesa con uno de ellos, pero es tanto lo que Santa Gemma le comienza a decir que el sacerdote le dice que lo vaya a ver a la casa de la familia Giannini, donde siempre se hospedaban los pasionistas.
Ésta es la puerta de entrada para Santa Gemma.

Los Giannini eran una familia de extraordinaria fe.
Acogían en su casa como familia a los sacerdotes y otras almas buenas.
Dijo el Papa Pio XII: "En el año 1899 la extraordinaria piedad y modestia de Gemma despertó tan gran admiración en la piadosísima familia apellidada Giannini, de Luca, que decidió acogerla en su propia casa y considerarla como hija".

Santa Gemma se convirtió en la onceava hija, y todos la amaban.
Ella por su parte les servía con extraordinario amor.


Muchos fenómenos relacionados con la Pasión se dieron en la vida de Santa Gemma; además de las estigmas, tuvo sudor y lágrimas de sangre.
Se la vio padeciendo la flagelación.
Recibió un regalo que apreció con todo su corazón.
Su ángel de la guarda un día le mostró dos coronas y le pidió que escogiese la que ella quisiera, y ella escogió "la de Jesús".

Se asegura que también tenía el don de leer los corazones y que en varias ocasiones le dijo a varios religiosos que abandonarían la religión, cosa que sucedió más tarde, confirmando este don de su corazón.

¿Cuál es la actitud del corazón de Santa Gemma ante tantos hechos extraordinarios?

Gemma se mantiene en humildad y sencillez.
En ningún momento permite que el orgullo se apodere de su corazón, le escribía al P.Germán:
"¡Cuánto he rogado a Jesús que me lleve por la vía común!".

Jesús dijo cierto día a Gemma:
"Prepárate, pues el demonio será quien dé la última mano a la obra que en ti deseo ejecutar".
Y estas palabras del Señor se cumplieron al pie de la letra.

El demonio detestaba a Gemma; le daba golpes, la tentaba contra la pureza con pensamientos e imágenes sugestivas y grotescas; trataba de impedir que comulgase, e incluso llegó a aparecérsele bajo la apariencia del mismo Jesús.

Por todos los medios trataba de privarla de dirección espiritual, insinuándole cosas malas acerca de sus confesores, o haciéndose pasar por ellos.

Era una guerra constante y continua, que duró hasta su misma muerte.

Era de esperar esta guerra de parte del demonio ya que serían muchas las almas que se beneficiarían de los sufrimientos y oraciones de Santa Gemma, y más aún, ella sólo quería conformarse con la voluntad de Dios para su vida.

Escribe la Santa:
"El demonio me hace sufrir mucho, pero siempre terminan por vencerle Jesús y María, o bien el ángel o San Pablo de la Cruz o el hermano Gabriel; siempre son estos tres.
¡Si viera cómo escapa tan luego como se presenta alguno de ellos!".
¡PADRE!.


Gemma estaba enferma.

El P. Germán que no quería que muriese aún, le ordenó que sanara.
Jesús la sanó pero le dijo: "Escribe a tu padre que será por poco tiempo".

Gemma le comunicó a doña Cecilia que deseaba verle, y ésta le escribió:
"Venga pronto a indicarnos que debemos hacer".

Gemma ya había vuelto a enfermar. Llegando el Padre Germán, se sentó junto a ella y se produjo este diálogo:

-"Pero. ¿Qué es lo que hacemos, Gemma?"
-"¡Padre!", contestó Gemma llena de gozo, "Me voy con Jesús.
Me lo ha dicho claramente.
¡Al cielo, padre, al cielo con Jesús!".

-"¿Y los pecados cometidos cuándo se van a pagar?".

-"Me ha dicho Jesús que me enviará sufrimientos para purificarme. Él me aplicará los méritos de su Pasión. y me llevará con Él al Paraíso".

Esa misma tarde el P. Germán escuchó su confesión y llorando decía que Gemma había mantenido intacta su inocencia bautismal.
Al siguiente día le administró el Viático.
El P. Germán tenía urgencia de volver a Roma y le preguntó a Gemma:
"¿Cuánto durará ésto?.

Gemma le contestó: "Esta enfermedad será la última, pero me dice Jesús que aún no ha llegado mi hora".

Añade el P. Germán: "Por última vez bendije aquel ángel de la tierra, al que no había de ver más, y me retiré".

Tenía que retirarse, pues Jesús había dicho a Gemma que el demonio sería quien diese la última mano a su virtud y, estando él, el demonio no se hubiera atrevido a hacerle nada.
Pero, tan luego como el P. Germán se fue, no reconoció límites su bestialidad durante siete largos meses.

Perturbaba su imaginación con horribles fantasmas con el fin de producirle estados de ansiedad, tristeza, amargura y temor, que la indujeran a la desesperación.
Le decía muchas veces: "Ahí tienes lo que has conseguido con tus fatigas en el servicio de Dios"; y le presentaba tales figuras contra la pureza, que escribió al P. Germán: "Padre mío, pídale a Jesús que me cambie esta cruz por cualquier otra.

Haga desde ahí los exorcismos para que este perverso se vaya, o mande a su ángel para que lo ahuyente".

Viendo que con tentaciones no podía vencerla, empezó a maltratarla con los golpes más brutales y en forma de bestias feroces, que amenazaban despedazarla.

Dirigiéndose entonces a María Santísima, le decía: "Madre mía; me encuentro bajo el poder del demonio que quiere arrancarme de las manos de Jesús.
Ruéguele por mí.
¡Viva Jesús!".

Jesús y María, complacidos al ver como luchaba, le enviaban a San Pablo de la Cruz o a San Gabriel para animarla.

El mismo Jesús le dijo: "Hija mía; humíllate bajo mi mano poderosa y lucha, que tu lucha te conducirá a la victoria".

Creyendo los médicos que la enfermedad era contagiosa, sacaron a Gemma de la casa Giannini y la llevaron a un apartamento, contiguo a la casa, que su tía Elisa había alquilado.
Éste era otro designio de Dios para asemejarla a Cristo, que murió fuera de la ciudad como "Víctima oficial" por los pecados.

Gemma había pedido a Jesús morir crucificada con Él, y crucificada moriría.
Como a las diez de la mañana doña Cecilia pensaba retirarse un poco y Gemma le dijo: "No me dejes, mamá, mientras no esté clavada en la cruz, pues Jesús me ha dicho que tengo que morir crucificada como Él".

Momentos después entró en éxtasis profundo, extendió un poco sus brazos y, en esta posición permaneció hasta el mediodía.
Su semblante era mezcla de amor y dolor, de calma y desolación.
¡Agonizaba, como Jesús en la Cruz! Los presentes la contemplaban atónitos.

Era Viernes Santo, 10 de abril de 1903.
A las ocho de la mañana del sábado, se le administró la Extremaunción (hoy día se le llama Unción de los Enfermos), a cuyo rito sagrado contestó con pleno conocimiento.
A doña Cecilia que le habló del P. Germán le dijo: "Ya he ofrecido a Dios el sacrificio de todo y de todos, para prepararme a morir".
Tomó entonces el crucifijo en las manos y exclamó: "¡Jesús! ¡En tus manos encomiendo mi pobre alma!"; y volviéndose a la imagen de María, añadió: "¡Mamá mía!, recomienda a Jesús mi pobre alma. Dile que tenga misericordia de mí".

De repente toda señal de agonía desapareció, y una sonrisa de cielo se dibujó en sus labios.
Dos lágrimas corrieron de sus ojos.
El párroco, que estaba presente exclamó: "Jamás he presenciado muerte semejante".
Y él mismo puso sobre el pecho de Gemma el escudo pasionista que llevó al sepulcro.
Santa Gemma muere a la 1:45 p.m. del Sábado Santo, 11 de abril de 1903.

La profecía de Santa Gemma se cumplió.
Los pasionistas la rechazaron en vida, pero después de su muerte la tomaron para sí.

El Señor que había acrisolado su corazón con el sufrimiento, también había pedido de ella el sacrificio de no entrar en ninguna orden religiosa, y ella lo aceptó y lo ofreció al Señor, como todo lo demás.


Era necesaria una prueba irrefutable que revelara las intimidades del corazón de aquella criatura que había amado ardientemente a Jesús.
La prueba se tuvo cuando al fin, y Dios sabe con qué sacrificios, llegó el P. Germán a Lucca.
Ya habían pasado 14 días de la muerte de Santa Gemma.
El Padre anhelaba volver a ver aquel rostro lleno de dulzura.
Pero quería sobre todo verificar los misterios de aquel corazón virginal, cuyos secretos en vida nadie mejor que él había profundizado.

El 24 de abril se procedió a exhumarlo.
Se abrió el cuerpo y se extrajo el corazón, que apareció fresco, lozano, flexible, rubicundo, humedecido de sangre, igual que si estuviera vivo.
Los especialistas que practicaban la autopsia quedaron maravillados.
Estaba bastante achatado y dilatado por ambos lados, apareciendo como más ancho que alto.
Al abrirlo fluyó enseguida la sangre, bañando el mármol donde se realizaba la intervención.
Aquella que en muchas ocasiones le había pedido al Señor que le ensanchara el corazón para poder amarlo más, recibió esta gracia que tanto pedía.

Su corazón se conserva en el convento Pasionista de Madrid.
El P. Germán escribió muy pronto su biografía, y la devoción a Santa Gemma comenzó a extenderse de manera prodigiosa, no sólo en Italia, sino en muchos países del mundo.

Los grandes amores de Santa Gemma, durante toda su vida fueron Jesús Crucificado, la Virgen María, la Eucaristía y la sed de conversión de las almas.
Para ellos vivió toda su vida y por ellos murió como víctima de amor.

Patrona de farmacéuticos, pérdida de parientes, tentaciones, favorece a los estudiantes en los exámenes.


 

GEMA GALGANI
Escritos y Oración



Oración compuesta por Santa Gemma

Aquí me tenéis postrada a vuestros Pies Santísimos,
mi querido Jesús, para manifestaros en cada instante
mi reconocimiento y gratitud por tantos y tan contínuos favores
como me habéis otorgado y que todavía queréis concederme.
Cuántas veces os he invocado, ¡oh Jesús!,
me habéis dejado siempre satisfecha;
he recurrido a menudo a vos,
y siempre me habéis consolado

¿Cómo podré expresaros mis sentimientos amado Jesús?
Os doy gracias ... pero otra gracia quiero de Vos.
¡Oh, Dios mío! , si es de vuestro agrado ...
(Aquí se manifiesta la gracia que se desea conseguir).

Si no fuérais Todopoderoso no os haría esta súplica .
¡Oh Jesús!, tened piedad de mí.

Hagase en todo vuestra santísima Voluntad.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria .
(Con licencia eclesiástica)




DIARIO PERSONAL
DE GEMA GALGANI
Algunos pasajes del Diario


- Hoy, después que me creí estar libre de aquella horrible bestia me he sentido muy abatida. Me había propuesto dormir y he sentido golpes tan fuertes que temí que me mataba. Tenía la forma de un gran perro negro que me ponía las patas en los hombros y me ha lastimado tanto que me dolían todos los huesos, muchas veces creo que me los rompe. Una vez, tiempo atrás, al momento de tomar el agua bendita, me dio un golpe tan fuerte en el brazo que caí al suelo con gran dolor y el hueso fuera de su sitio, pero Jesús lo tocó y lo devolvió a su lugar.

- Ayer sucedió como habitualmente. Fui a dormir y me adormecí, pero el demonio no quería que descansara. Se apareció de una manera sucia, me tentó pero fui fuerte. Le pedí a Jesús dentro de mí que me quitara la vida antes que ofenderlo. ¡Qué tentaciones horribles que se me presentaron! Todas me disgustan, pero aquellas contra la santa pureza me hacen sentir muy mal. Después de recuperar la paz, vino mi ángel de la guarda y me aseguró que yo no había hecho ningún mal. Me lamenté porque querría que me viniera a ayudar en esos momentos; me dijo que, lo viera o no, él está siempre sobre mi cabeza. Ayer María Santísima de los Dolores me ayudó y me prometió que por la tarde vendría a verme Jesús.

- Este viernes sufrí mucho porque fui obligada a hacer pequeños recados, a cada movimiento creía de morir. La tía me había mandado a traer agua, tuve mucha fatiga. Me parecía - pero fue sólo idea mía - que unas espinas se clavaban en mi cabeza y me empezaron a caer gotas de sangre de las sienes. Me limpié deprisa y casi no se notó. Preguntaron si me había caído, les dije que me había arañado con la cadena del pozo. Después de esto me fui con las monjas, eran las diez y estuve con ellas hasta las cinco. Luego volví a casa y ya no tenía las heridas.

* Me hizo sentir tranquila, se sentó cerca de mí, y me dijo: «Oh hija, ¿pero no sabes que tienes que seguir en todo la vida de Jesús? ¿él padeció mucho por ti, y tú no sabes que tienes en cada dolor la oportunidad de padecer por él y meditar cada día sobre su Pasión?». ¡Es cierto!, recordé que la meditación sobre la Pasión sólo la hago el jueves y viernes. «Tienes que hacerla cada día, recuérdalo». En fin me decía: «¡Coraje, coraje! Este mundo no es el lugar del descanso: el descanso será después de la muerte; ahora tú tienes que padecer, y padecer por cada cosa para impedir que el alma de algunos vaya a la muerte eterna». Le rogué insistentemente que le dijera a mi Mamá si podía venir un momento, tenía tantas cosas de decirle, me dijo que se lo diría esta noche pero no ha venido.

Me acosté en la cama con intención de dormir. En el sueño, inmediatamente se apareció un hombrecito muy pequeño cubierto todo de pelo negro ¡Qué espanto! Me puso las manos sobre la cama, creía que quería pegarme. «No, no --dijo-- no puedo pegarte, no tengas miedo». Llamé a Jesús y no vino, aún así el horror se fue, después de haber invocado su nombre me sentí libre enseguida.

* Había terminado los rezos y fui a la cama, cuando tuvo de Jesús el permiso de venir volvió y me preguntó: «¿Hace cuanto tiempo que no ruegas por las almas del purgatorio?. Cada pequeña pena los eleva. Ayer y hoy tú has ofrecido por ellos un poco de dolor». Respondí maravillada: «¿Los dolores del cuerpo elevan a las almas del purgatorio? ». «Sí --me dijo-- sí, hija, el más pequeño padecimiento las eleva». Le prometí entonces que desde aquel momento cada dolor sería ofrecido por ellas.

* Eran cerca de las nueve y media y estaba leyendo. De repente, una mano se poso ligeramente sobre mi hombro izquierdo. Me volví asustada para pedir ayuda, pero ella me retuvo. Era una persona vestida de blanco, una mujer, su mirada me tranquilizó: "Gema --me dijo después de unos minutos-- ¿me conoces? ». Dije que no. Añadió: «Yo soy la madre María Teresa del Niño Jesús. Te doy las gracias por tus padecimientos, gracias a ellos podré alcanzar pronto mi felicidad eterna».

* En aquellos momentos el ángel de la guarda me susurró al oído: «Pero la misericordia de Dios es infinita...». Me serené y comencé pronto a padecer terribles dolores de cabeza. Eran cerca de las diez. Cuando estuve sola me tiré sobre la cama y sufrí un poco. Jesús no tardó en manifestarse recordándome que él también sufrió mucho nosotros. Le recordé a los pecadores y me animó a ofrecer todos mis pequeños padecimientos al Eterno Padre por ellos.

* Después que esto me sucedió quería saber qué significaba aquella luz que salía de sus llagas, en particular de la mano derecha, con la que me ha bendecido. El ángel de la guarda me ha dicho estas palabras: «Hijita, en este día la bendición de Jesús ha vertido sobre de ti una abundancia de gracias».


Leer más de su diario personal, en:
http://www.stgemmagalgani.com/2009/05/diario-de-santa-gema-galgani-en-espanol.html


Conecta con su energía...




 

UNIDAD Ó FUSIÓN


Hermanos y Hermanas presentes sobre esta Tierra, soy la que se llamó, en vida, Gema Galgani.

Soy, hoy, quien encarna para ustedes, en ustedes y el Cielo, la función Vibratoria llamada Unidad.

Me ha sido pedido, por María, de venir a manifestar, hacerles percibir, bien más allá de las palabras que pronunciaré, lo que es la Unidad.

En primer lugar, como ya lo saben por medio de los Melquizedec, a cada una de las Estrellas Vibratorias se les ha atribuido un emplazamiento en vuestra Cabeza y también en vuestro ADN.

Este emplazamiento preciso se conecta directamente a la capacidad Vibratoria de lo que he encarnado y de lo que encarno, hoy para ustedes, presentando una conexión dinámica, debido a su emplazamiento.

Estoy conectada directamente al Triángulo vinculado a la Claridad y a IM o sea Miguel. Soy también, debido a mi emplazamiento y por la ilustración de mi última vida, la que hubo desposado y fusionado la Dimensión del Cristo.

Soy Unidad. Soy la Luz Blanca Última, reflejo, imagen e identificación total a la Fuente Una.

El Arcángel Miguel a menudo los ha nombrado y llamado Hijos de Uno o Niños de la Ley de Uno porque es lo que son.

La Unidad no es un concepto, aunque eso pueda expresarse de esta forma y por otra parte algunos seres Realizados lo han hacho.

La Unidad es un estado de la Conciencia donde no existe ni separación ni división ni oposición. Es un estado donde la Conciencia no puede percibir distancia entre el yo y todo el resto.

El yo se convierte en todo el resto, para abarcar y abrazar lo que otros llamaron, el Sí mismo.

La Unidad se acompaña de percepciones mucho más allá de Estados emocionales, traducidos en la lengua francesa por la Alegría.

Por mi parte, prefiero la palabra Fusión ya que la Unidad es efectivamente un estado de Fusión.

Fusión, en primer lugar, de los distintos componentes existentes en la encarnación y Fusión también con todos los otros Estados del Ser, todos los otros Estados de todas las Conciencias.

La Unidad se acompaña de una Claridad particular, de una claridad permitiendo concientizar y Vibrar la ausencia de distancia, la ausencia de separación.



Meditación
ESTRELLAS DE MADRE MARÍA
Conectando con GEMA GALGANI


Con esta meditación, conecta y activa la cualidad de GEMA GALGANI, en tu SER.

Esperamos, lo disfrutes!!!


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